“Estimado profesor: Él tiene que aprender que no todos los hombres son justos, no todos son verdaderos, pero por favor dígale que para cada villano también hay un líder dedicado. Enséñele que para cada enemigo, allí también habrá un amigo. Enséñele que siempre es mejor una moneda ganada con el sudor de su frente que una moneda robada.
Enséñele a perder, pero también para aprender a disfrutar de la victoria háblele de la envidia y sáquelo de ella; dele a conocer la profunda alegría de las sonrisas silenciosas y a maravillarse con los libros, pero deje que también aprenda con las flores del campo, las montañas y los valles.
Explíquele que más vale una derrota honrosa que una victoria vergonzosa. Enséñele a creer en sí mismo incluso si está solo frente al mundo. Que sepa ser duro con los duros y suave y educado con los gentiles.
Enséñele a escuchar a todos pero en la hora de la verdad, decidir solo, enseñarle a reír cuando esté triste y explíquele que a veces los hombres también lloran.
Enséñele a ignorar las multitudes que claman sangre y a luchar solo contra todo el mundo, si piensa que es justo. Trátelo bien, pero no lo mime, ya que solo en la prueba de fuego se sabe que el acero es real. Déjelo tener el coraje de ser impaciente y a tener coraje con paciencia. Trasmítale una fe sublime al creador y fe también en sí mismo porque solo entonces podrá tener fe en los hombres.
Sé que pido mucho pero vea lo que puede hacer querido profesor”.
Esta es una carta que Abraham Lincoln escribió al profesor de su hijo un día de 1830. Hoy, en 2014, nos podemos aplicar todos y cada uno de los mensajes que se trasmiten en la misiva porque a pesar de todo seguimos siendo una maravillosa minoría que no puede permitirse el lujo de viajar separados, ni solos, ni tristes, ni peleados entre nosotros, ni criticando siempre, ni buscando la parte negativa a todas las cosas.
Alcemos la cabeza y busquemos el futuro, la esperanza, y la unión con generosidad. Seamos acero. ¡¡¡Nos irán mejor las cosas!!!